La insatisfacción inundan los adoquines de las calles, mientras la indignación nos perfora la razón y el sufrimiento se hace oír en el eco de la humanidad, aquella que salio volando en alguna migracion de pájaros silvestres y no regreso jamás. Nuestra mirada se llena de odio por la aniquilación de la naturaleza y de nuestro mundo a consecuencia del gran ego y ambición de los verdugos.
Y es que la esperanza, aquel sueño de los hombres despiertos, empieza ha hacerse sitio en alguna farola de la antigua bohemia, en algún rincón de la incansable injusticia que se reparte de izquierda a derecha sin juicio ni ley.
Rompimos la bola de cristal que nos regalaron para mostrarnos pasivos y receptores a cualquier cambio, traición y abuso del poder; rompimos la cascara y recuperamos el poder que todos tenemos con nuestra primera respiración, el poder de oír, ver y HABLAR, PENSAR, ACTUAR Y GRITAR.
La locura y la pasión se mezclan con esta fugaz juventud que logra hacer posibles los mas inverosímiles instantes que hacen tambalear el universo de los más pobres, aquellos que solo poseen dinero.
A pesar de todo ello, son muchos los que vuelven ha hacerse esclavos de novedosas decadencias y vicios, del tiempo y del espacio sin saber que una gota rompió el equilibrio de los sueños. Porque estos, con el peligro de que creamos que trafican con nosotros, son los que evolucionaron la historia y reinventaran el mundo.
Afanosos de batallas y luchas inevitables, alzamos las manos y abrimos bien los ojos aprendiendo de la amarga y dulce experiencia del día a día, sin ningún otro propósito que no sea averiguar donde pudo quedar aquella migracion de pajares silvestres.