De repente empezó a llover, el diluvio calo nuestros huesos, teníamos nuestra cabaña por cobijo pero ese día tenía ganas de gritar y me puse a correr como una loca, sabía que solo tú me acompañarías en mi locura. Me cogiste por la cintura y susurraste ilusiones vestidas de esperanzas. Aun recuerdo como me gire y vi la verdad como nunca antes la había visto. En ese momento en que NADA PODIA ESTROPEARLO, ¡porque estábamos allí¡ ese era nuestro sitio, ¡nuestra cabaña! Aquí…. ¡NADA PODRIA ESTROPEARLO!

¿No?
En ese segundo todo desapareció, solo me encontraba yo, donde bajo mis pies descalzos se extendía un extenso prado y a lo lejos el mar.

Aun lado no había nada, al otro un rastro de pétalos… de pétalos rojos.
Lady Madrid
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