La vida se presenta con un toque extravagante,
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viernes, 12 de marzo de 2010

El misterio de los sueños (Parte 2)

El niño fue siguiendo algo, aun no sabía hacia donde ni hacia qué. Pero siguió el camino de las montañas.
Yo lo llamaría destino aunque para otros sólo fuese casualidad, pero al poco creyó ver algo debajo de una piedra. Para alguien poco observador ese papel pasaría inadvertido pero para alguien como Jack, jamás. Se agachó y sigilosamente lo cogió, parecía un simple papel, pero al observarlo mejor se dio cuenta de que aquello era un mapa. ¡Un mapa!. Podía ser de cualquier lugar. En él había una cruz en una cueva que, tal como decía el propio mapa, se encontraba cerca de donde él estaba; no tenía nada que perder y fue para allá.
Antes de que cayera la noche llego a la cueva y valiente, como un verdadero héroe, entro en la cueva.


Nadie sabe que encontró allí, pero yo hace poco hable con el propio Jack y me contó lo ocurrido. Según él, aquello, para sus ojos, entonces, infantiles, tan vacios de experiencias y llenos de inocencia, fue algo impresionante. Vio tarros de cristal por toda la cueva. El cristal era de una belleza inaccesible, y en ellos había algo extraño, habían de muchos colores y de todas las clases, había cientos de ellos por todas partes, brillaban y hacían brillar y destellar la cueva. En ese lugar se respiraba magia, fantasía y una plena felicidad acompañada de una enorme tranquilidad que rompía la monotonía del mundo. Entonces supo que lo que contenían esos tarros eran… ¡sueños!
Ese templo de sueños le llenó a Jack de una enorme cantidad de cosas, hasta entonces, desconocidas para él.

Pero al final de aquel túnel misterioso, en un rincón, al final de un largo pasillo guardador de sueños, se encontraba alguien, seguramente el malvado ladrón de sueños, aquel que le había robado sus sueños, esa vida mágica que sólo está cuando duermes. Jack sé acercó, pero no vió lo que se esperaba. No vio a alguien grande, malvado y ambicioso, que seguramente le haría añicos en un abrir y cerrar de ojos, si no a alguien aterrado, asustado, pequeño y débil, muy débil. En ese momento Jack le arrojó la boina en señal de paz, y el pobre desconocido la cogió y se la puso.





El resto de la historia, me dijo que sólo se la podía contar a los niños, sólo a ellos, pues sólo ellos podían entenderla y creer en ella, y así os lo voy a contar a vosotros.

¿No os imagináis quién puede ser aquel aterrado ladrón de sueños?
Pues el culpable de todo esto, el dueño de esa boina y el creador de la inexistencia de sueños en nuestra memoria era… un pequeño e ingenioso duende, Don Tarantello. Don Tarantello le explicó a Jack el porqué de robar los sueños y sobre todo, lo maravilloso de ellos. Aquel duende decía que los sueños robados mantenían al mundo en equilibrio. Él amaba a los sueños, a esas fantasías atropelladoras y a esos instantes donde todo es posible y sólo mandan tus deseos y tu mente. Ese ser mágico y diminuto le enseño a nuestro pequeño Jack algo que jamás olvidara, que la magia existe y que los sueños hacen de la noche algo extraordinario.
Jack guardó el mapa en un lugar seguro donde solo los niños curiosos, valientes y soñadores lo podrán encontrar.



Así que yo os digo a vosotros que si queréis saber dónde se encuentran vuestros sueños robados o si le queréis preguntar a Don Tarantello el por qué de su trabajo, sólo tenéis que encontrar el mapa, confiar en Don Tarantello y sobre todo…



Soñar soñar, y creer en los sueños.





Lady Madrid

1 comentario:

Daniel J. Rodríguez dijo...

Para mi fue el destino....