Se sentaba de forma despreocupada con aquella morena melena despeinada que sabia que a mi tanto me gustaba. Recuerdo perfectamente como, en uno de aquellos arrebatos de risa, su cálida mano toco la mia y me sentí plena por un segundo. Le mire, el siguió hablando como si nada.
Hablamos sin pausa, no cabían los silencios solo las palabras. Creo que jamás volveré a poder conocer tan bien a alguien en tan solo una tarde. Pero aquella tarde sobro para todo, sobro para nada.
Los segundos habían dejado paso a los minutos y estos a las horas, de pronto y sin que él ni yo nos diéramos cuenta habían pasado 4 eternas horas. Era tarde.
El se levanto primero y se acerco a pagar (me invito, sin dedicarme palabra). Yo le seguí hacia la puerta para abandonar aquel santuario (sabía que desde entonces siempre que pasara por aquella puerta iba a recordar aquellas eternas horas)
Nos hacíamos los remolones, no queríamos irnos. Finalmente se acerco y me dijo "anda ven aquí y dame dos besos". Con una enorme sonrisa me acerque a él y se los di.
Se esfumo con su ternura; yo seguí andando sin dirección alguna con la extraña sensación de victoria.
(ahora me pregunto que pensaron los que entonces me observaron, una chica de larga melena riendo como una idiota).
Aun así desde ese mismo instante supe una cosa.
Nunca mas le vería jugar con una copa como si nada le importase.
Lady Madrid.
Aquella melodia de esa guitarra oxidada siempre me recordaria lo nunca sucedido.
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